Santiago, Chile. 22 agosto, 2015. Desde que la compañía WOM llegó a Chile, los ojos de la industria y de los consumidores han estado puestos en su campaña publicitaria. Para muchos, se han transgredido conceptos éticos claves de la industria, como el rol de la mujer y la forma en que una empresa puede referir a sus competidores, en un ambiente en donde se trabaja permanentemente por privilegiar el respeto y la sana competencia.
Lo anterior ha provocado que distintas organizaciones públicas y privadas, además de los mismos operadores de telefonía en Chile, hayan hecho valer sus puntos de vista, reclamando ante spots y anuncios que se alejan de lo que las personas podrían esperar de la publicidad.
En un ecosistema en donde las reglas son claras y compartidas por todos quienes participan de él, un paso lógico sería que quien está siendo objeto de reclamos se someta a un dictamen ético, amparado en los códigos que rigen la publicidad en Chile. Sin embargo, en el caso específico de WOM esto no ocurrió. Es más, fue la propia compañía, controlada por un inversionista extranjero, la cual decidió desconocer y no someterse al sistema de autorregulación imperante en nuestro país, lo que impidió al CONAR poder emitir un dictamen ético, como sucede de forma regular cuando dos o más empresas se someten a su arbitrio.
Ante este hecho, el organismo, amparado en el derecho constitucional de la libre expresión, se ha limitado a expresar una Opinión Ética, con el simple objetivo de orientar al resto de la industria sobre los principios éticos que las empresas deben manejar al momento de crear y dar a conocer una campaña publicitaria.
En relación con el trato hacia la competencia, la Opinión Etica del CONAR establece, entre otros puntos, que “la denigración de un competidor constituye no sólo una falta al honor profesional del avisador, sino que conduce también a un debilitamiento de la confianza que el público dispensa a la publicidad”.
En tanto, respecto del trato hacia el género femenino en publicidad, afirma: “La sensualidad de la mujer es un recurso publicitario comúnmente utilizado que no es reprochable per se, sino cuando está acompañado de otros factores que hacen cuestionable éticamente su utilización y que pueden denigrar a la mujer. En tal sentido, cuando en publicidad se utiliza a mujeres mostrando sus cuerpos ligeros de ropa, en actitudes sugerentes y lascivas con otras mujeres, en un ambiente nocturno que invita a la promiscuidad, y para promocionar un servicio que no tiene mayor relación con lo que se exhibe, esa sensualidad se transforma en algo netamente sexual que sobrepasa el límite de lo éticamente aceptable. Y ello es doblemente reprochable si se exhibe en soportes que quedan expuestos a menores de edad, que no tienen necesariamente un criterio formado como los adultos”.
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